Ya llega el buen tiempo y dejamos atrás las prendas gruesas para vestir más ligero, por eso hoy hemos pensado en hacer un recorrido por las camisas, ¡acompáñanos!
Conozcamos su origen
Aunque no se sabe con exactitud cuándo se utilizó la primera camisa, la más antigua conservada es la pertenecienta un arquitecto del antiguo Egipto que vivió en la ciudad de Tebas hace mas de 3.500 años.
La camisa egipcia no era más que una pieza de tela cortada en forma rectangular, doblada sobre sí misma y cosida en los lados.
Solo tenía una abertura por la que se pasaba la cabeza y unas mangas muy ceñidas.
Igual tenían mangas más largas o más cortas.
La llamaban kalasiris y se utilizaba como prenda interior.
La camisa también era una prenda típica usada por los griegos, a la que pusieron el nombre de «kamison».
También los romanos la usaban, con el nombre de «subucula», porque la llevaban debajo de la ropa y pegada a la piel.
En el pueblo celta tuvo un simbolismo propio, ya que los druidad decían «toda piel cubierta por camisa no será alcanzada por la enfermedad», por lo que era un símbolo de protección.
¿Cómo ha evolucionado?
En el siglo XII las camisas masculinas eran cortas, mientras que las femeninas eran tan largas que llegaban hasta los dedos de los pies, siendo más que camisas unos camisones.
En el siglo XIII, llevaban una serie de pliegues menudos, con bordados y presillas de oro y plata en el cuello y las bocamangas, debido a esto había camisas de altísimo precio por sus adornos en oro, pedrería y perlas.
Hay documentos que confirman la existencia de camisas de seda blanca barreada de seda roja y bordada con letras de oro en el siglo XV.
Es a partir del siglo XIV cuando se convierte en una de las prendas más valorada de las doncellas, alcanzando una consideración social propia y llena de simbolismo.
Una camisa era la mayor ofrenda que podía hacerse a la Virgen María, costumbre que se mantuvo durante siglos. Tanto es así que en Notre Dame, en París, las camisas que se ofrendaban a la Virgen, se colgaban junto al atril donde se leía el Evangelio.
En la Edad Media no se vestía una camisa nueva sin pasarla antes por la reliquia de un santo, para evitar enfermedades y accidentes comunes.
Pero no solo fue objeto de ofrenda religiosa, también civil.
El duque Salomón de Bretaña envió treinta camisas «más valiosas que el oro» al Papa Adriano II en el siglo XIX.
Según las reglas de Caballería, el caballero que iba a ser armado debía vestir una camisa de lino blanco que no hubiera sido utilizada nunca por nadie como símbolo de limpieza interior y honorabilidad.
A partir del siglo XII, los Caballeros Andantes utilizaban como parte importante de su indumentaria una camisa blanca que se ponían con cierta ceremonia tras levantarse de la cama, antes de partir hacia sus azañas.
En el caso de las damas, utilizaron esta prenda para corresponder a los caballeros, ofreciendo un retal de su camisola que portaba el enamorado.
Se dice que las cintas que lucen los tunos en sus capas tuvieron un origen similar.
También entre los reos tenía la camisa su importancia.
Los acusados de delitos mayores contra el rey, los parricidas, herejes y sacrílegos eran conducidos al patíbulo descalzos y en camisa.
La de los herejes y renegados era negra, se impregnaba en azufre y se adornaba con lenguas de fuego y diablos pintados, y recibían el nombre de «camisas ardientes».
¿Quieres saber si se usaban para dormir?
Pues sí, pero las camisas nocturnas eran distintas a las diurnas.
En el siglo XV la gente se acostaba solo con camisa y gorro, con lo que ser camisero era un buen negocio.
Los judíos religiosos todavía practican sexo con un orificio en el camisón de la mujer para que el hombre pueda penetrarla y procrear, no es lícito descubrirse, ¡sí, aún existe!
A principios del siglo XVI se empiezan a hacer las camisas de hilo.
Las de mujer eran de un cendal tan fino que eran casi transparentes y, además, con escotes generosos.
La camisa comienza a considerarse prenda higiénica, ya que absorbía el sudor y evitaba roces.
Por eso, como sacrificio la infanta española Isabel vivió durante tres años con la misma camisa hasta el triunfo militar de su esposo. Cuando se la quitó había cambiado del color blanco original a un pardo rojizo tostado que se llamó «color Isabel» ¡no quiero saber cómo olía!.
La camisa, tal como hoy la usamos, apareción en el siglo XIX en Inglaterra que fue donde se registró la primera camisa abotonada (con una fila de botones de arriba a abajo), aunque en nuestro país llega a principios del siglo XX.
Según el protocolo, un caballero nunca debía quedarse en mangas de camisa en presencia de las señoras, ya que se consideraba como quedarse desnudo en ropa interior, así que nunca podían quitarse la chaqueta en banquetes y actos solemnes.
¿Te has preguntado por qué la camisa blanca o de tonos claros era signo de distinción?
Fácil, porque solo los aristócratas o gente de alta posición podían lavarla a menudo para tenerla siempre limpia.
También solían utilizarse los cuellos postizos, ya que era la única parte que se lucía y se podía cambiar sin tener que lavar el resto de la prenda ¡que pillines!
Así que, cuando empiezan a aparecer las camisas en colores oscuros, con rayas o estampados, las clases altas mantuvieron el cuello y los puños en blanco como signo de distinción.
Que las buenas camisas son caras es un hecho, ¿sabes por qué?
Porque en su confección se emplean materiales de buena calidad, mayor cantidad de tela y están hechas a medida.
Además se cuidan detalles como el cuello, mangas, puños y hombros.
También se reconoce por el tipo de costura que lleva, debe ser recta con un mínimo de 7 u 8 puntadas por centímetro.
Los ojales y botones siempre irán cosidos a mano.
La camisa masculina ha cambiado poco, unicamente cambia el tamaño de los cuellos dependiendo de las modas que imponen los diseñadores.
¿Blusa o camisa?
¿Te surge esta duda? pues vamos a ello.
A diferencia de la camisa, una blusa no tiene que venir con una abertura vertical completamente abotonada y tampoco requiere de un cuello.
Aceptan piezas que sustituyen al cuello triangular y doblado hacia abajo típico de las camisas por un lazado por ejemplo.
Incluyen a los tops de mangas largas, los cruzados y los que tienen apertura hasta la mitad del pecho.
Así, la blusa es un término más ambiguo que acepta más variedad con la condición de que sean materiales ligeros, y con alguna abertura vertical.
Curiosidades
Por supuesto, no podíamos despedirnos sin contarte algunas curiosidades jeje.
Al parecer, el origen de la bandera, es la camisa del legendario Rey de Babilonia, Nemrod, que enarboló su camisa sobre un palo de lanza para que los demás le siguieran.
En los Siglos de Oro, hacían negocio vendiendo «camisas mágicas» que hacian vulnerable a quien la vistiera.
Esto era posible porque estaba cosida con hilo por muchachas vírgenes durante la semana anterior a Navidad y se bordaba en la pechera dos cabezas de Belzebú.
Para alejar o deshacer hechizos, se orinaba en la manga de la camisa.
Para contrarrestar el mal de ojo de las brujas, se vestían con la camisa del revés.
Para tener buena suerte, se anudaban la parte baja de la camisa, práctica que aún se ve en algunos casinos.
Una curiosidad que hay que tener en cuenta es que las camisas masculinas abrochan de izquierda a derecha (tienen la fila de botones a la derecha), mientras que las femeninas abrochan de derecha a izquierda (con la fila de botones a la izquierda), y esto es más simple de lo que piensas.
Antiguamente los hombres podían desabrocharse la camisa con la mano izquierda, mientras empuñaban la espada con la mano derecha y las mujeres podían sujetar al niño con la mano izquierda mientras que desabrochaban la camisa con la derecha para darles de mamar.
Yo, hoy por hoy, te recomiendo que coloques los botones donde más cómodo te resulte 😉
Agradecemos la información obtenida de Curiosfera y vogue.
Te esperamos en la próxima entrada.